¿Por qué se ahogó Leonardo?

No hay cosa más arraigada y más espontánea en el ser humano que la de excusarse, juzgar y culpar. La más complicada es la aceptación de un mea culpa. 

El desgarrador hecho acontecido en la tarde de ayer domingo en las playas del perilago deja la incógnita de cómo debemos actuar (si es que la hay), en forma preventiva, para no perder un ser querido, un amigo, un bañista… un ser humano.

Podemos decir que no era una playa habilitada, que el lago estaba “picado”, que fue una imprudencia, que los guardavidas son pocos o muchos, que hay poca o mucha cartelería preventiva, etcétera, etcétera… Si lo llevamos fuera del ámbito terrenal, diremos que Dios o Lucifer así lo dispusieron. Lo cierto es que cada quien tendrá su razón, de acuerdo al punto de vista desde el cual se lo mira.

Sin embargo, la realidad nos pianta en la cara que una familia había elegido Concordia como sitio de relajación y bienestar, eligiendo como punto para este domingo las playas del Cerro Perdices en Península Soler para emprender su viaje de regreso a Buenos Aires en horas de la noche.

Tal vez, Leonardo no vio el cartel de “playa no habilitada”, o tal vez sí, y le llamó más la atención la blanca arena que dejó al descubierto la bajante del lago, y el desconocimiento del lugar hizo que no se percatara del peligro. 

Es así que Leonardo y su esposa, junto a sobrinos (5 menores de edad), se adentraron al lugar. En un momento, tal vez de confusión por el oleaje, una de las menores se desplaza un poco más al norte, perdiendo pie. 

La situación desesperó a todos y Leonardo, por el hecho de que los seres humanos somos seres emocionales que razonamos, primó el amor por rescatar a su sobrina antes que razonar que no sabía nadar. 

La emoción, la adrenalina, el impulso, hicieron que lograra tomarla y sacarla hacia la orilla donde los demás familiares la asistieron y pusieron su atención debido a su estado por haber tragado agua. Pero Leonardo no pudo. El infortunio se apoderó de él y segundos después, cuando los familiares se percataron, ya estaba a unos 20 metros de la costa sin poder reaccionar a los llamados que en simultáneo le hacían mientras nadaban para llegar a asistirlo, perdiéndose en la oscura profundidad que allí ronda los 4 metros.

El revuelo de bañistas y personas que se encontraban en el lugar fue advertido por los guardavidas, que no dudaron en ayudar en la búsqueda. Fueron más de 10 los que se sumaron desde otras playas, sumergiéndose hasta lo profundo, que junto a Prefectura buscaron a Leonardo, pero sin los resultados deseados.

Tal vez quienes han perdido un ser querido puedan entender la emoción de ver una mujer ser asistida por una ambulancia de emergencia por su estado ante semejante situación, o la de ver la confusión que inunda a los niños al no aparecer su papá o su tío. Con todo lo que ello implica en el porvenir de su futuro.

Es por todo esto que cada uno, como personas, debe hacer una valoración de qué pudo o que debió haber hecho para que esto no llegara a suceder, si es que estuvo o está a su alcance el poder de hacer algo al respecto, por más mínimo que sea. 

Ya sea hacer hincapié en las responsabilidades institucionales, en las autoridades, los funcionarios, los políticos, la prensa, y/o la ciudadanía en general… 

Lo que sea, cómo sea, donde sea, pero que estos sensibles sucesos no queden como un hecho noticioso más.