Olas de calor en el hemisferio norte: lo que viene es peor

Las temperaturas extremas que sufre Europa en estos días evidencian el rápido avance del calentamiento global, mientras el entorno geopolítico inflige varios reveses a la lucha para mitigarlo.

Interés General 25/07/2022 Editor Editor
España
Dos sanitarios subían a un paciente a una ambulancia durante la ola de calor, en Barcelona.

La reciente pesadilla veraniega vivida en los últimos días en distintos países europeos ha dejado en España un balance de 1.055 muertes estimadas, decenas de miles de hectáreas calcinadas por incendios forestales, cortes de carreteras y líneas férreas, un descarrilamiento, pérdidas en agricultura… Sin embargo, lo más preocupante no es que este episodio de temperaturas extremas confirme de nuevo las advertencias sobre el calentamiento del planeta, sino que lo que viene es todavía peor, esto es solo el principio, pues las emisiones que causan el cambio climático siguen aumentando en la atmósfera y múltiples señales apuntan a serias dificultades en el camino político de la lucha contra el cambio climático.

El calor se ensaña en una Europa en la que, por la crisis energética desatada tras la invasión rusa de Ucrania, varios países han decidido recurrir al carbón (el peor combustible para el clima) como elemento de estabilización. Al otro lado del Atlántico, el mes de julio ha propinado graves golpes a los planes verdes de la Administración de Joe Biden, primero en forma de una sentencia del Tribunal Supremo de Estados Unidos que ha limitado de forma abrupta la capacidad de acción del Ejecutivo en esa materia, y después con la resistencia a la acción legislativa por parte de un senador demócrata indispensable para asegurar la mayoría. China, otro gran emisor, sigue mostrando señales de apego al carbón. El secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, calificó esta semana como “suicidio colectivo” la falta de acción para evitar que el planeta siga calentándose más.

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La dinámica meteorológica que se desarrolla en medio de estas vicisitudes políticas es inequívoca. “Esta es de las cuestiones más sólidas de la ciencia climática: las olas de calor en zonas terrestres y en el mar son consecuencia directa del calentamiento planetario, y por cada aumento suplementario de este calentamiento, se espera que se vuelvan más frecuentes, más intensas y más duraderas”, incide Valérie Masson-Delmotte, copresidenta del grupo I del panel de expertos más importante sobre cambio climático que existe en el mundo, el IPCC, que entre 2021 y 2022 ha presentado su sexta evaluación científica. Está claro que el calor se va a intensificar, la cuestión es cuánto más va a dejar la humanidad que se caliente la Tierra.

Como explica la climatóloga francesa, ya en los primeros informes del IPCC de 1990 se avisaba de un incremento de las olas de calor por el calentamiento del planeta. “Para muchos ha sido más cómodo ignorar estas informaciones, pero cuando le toca sufrirlo a uno mismo es cuando mejor se da cuenta de la urgencia de actuar”, destaca.

En el caso de Valencia, su clima en 2050 sería muy parecido al de Mérida, Bangalore y Mandalay. Siempre según esta investigación publicada en PLOS ONE que considera un escenario optimista en el que la temperatura media del planeta no suba más de 2 °C.

Paris

Lo cierto es que resulta difícil incluso para muchos científicos que trabajan en clima hacerse una idea de qué significa realmente en nuestras vidas que el planeta se siga calentando uno o varios grados más. Una forma es imaginarse que dentro de 28 años Madrid tenga un clima similar al de Marraquech (Marruecos), Barcelona al de Ciudad del Cabo (Sudáfrica) y Valencia al de Bangalore (India). Se trata solo de una aproximación, pero esto fue lo que calculó un estudio de 2019, publicado en PLOS ONE, que analizó las previsiones climáticas para el año 2050 de las 520 principales ciudades del mundo y buscó a qué urbes actuales se parecería más su clima para entonces, en un escenario optimista en el que se consiguiese que la temperatura del planeta no suba más de dos grados.

Aunque las previsiones científicas del clima del planeta van perdiendo precisión según se acerca el foco a una escala más pequeña de localizaciones concretas, estas analogías entre ciudades sirven para tomar conciencia de que cada población va a tener que adaptarse a una nueva realidad climática más caliente. Como especifica el meteorólogo Juan Jesús González Alemán, de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet), buena parte de España debe prepararse para una africanización de su clima. “No estamos acostumbrados a dos semanas tan por encima de la climatología habitual como las que ha habido en esta ola de calor, pero esto puede ser lo normal dentro de 30 años”, incide.

Hasta ahora, se estima que la temperatura media del planeta ha aumentado ya 1,1 grados respecto a los niveles preindustriales, como consecuencia de las emisiones generadas por los coches, las instalaciones energéticas, las industrias, las casas, la producción de alimentos… (En general, por el uso de petróleo, gas y carbón). Un aumento de 1,1 grados puede parecer poco, pero la reciente ola de calor en España y otros episodios extremos del último año alrededor del mundo muestran ya lo que significa. Lo más alarmante es que todavía no existe un horizonte a la vista en el que vaya a pararse el aumento de la temperatura global. Y, en el caso concreto del calor, la última evaluación científica del IPCC avisa de que cada 0,5 grados adicionales de calentamiento planetario “provoca aumentos claramente perceptibles en la intensidad y la frecuencia de los extremos cálidos, incluidas las olas de calor y las fuertes precipitaciones”.

A pesar de las advertencias de la ciencia, la dura realidad es que los humanos con sus coches, sus casas, sus industrias… siguen sin reducir unas emisiones que se van acumulando en la atmósfera. De hecho, los científicos tienen ya claro que en los próximos 20 años la temperatura del planeta superará la barrera de 1,5 grados, uno de los dos límites de seguridad marcados por el Acuerdo de París contra el cambio climático. Todavía queda una ventana para volver a bajar este calentamiento, pero con los actuales compromisos de reducción de emisiones de los países —si es que se cumplen—, no se conseguiría bajar la temperatura, sino que se sobrepasaría también el límite de dos grados, lo que empeora todavía más las previsiones.

Según recalca Masson-Delmotte, el futuro del clima va a decidirse justamente en los próximos años. “En el horizonte 2040-2050 podemos haber conseguido una estabilización del calentamiento o haber alcanzado ya los dos grados en torno a 2050, esto depende de la trayectoria de las emisiones de gases de efecto invernadero, en particular, de la próxima década”. Para evitar las peores previsiones, los científicos del IPCC han advertido de que las emisiones mundiales deberían alcanzar su pico en 2025 y caer de forma drástica en los siguientes 30 años, hasta casi desaparecer en la segunda mitad del siglo. Y esto requiere, entre otras medidas, desenganchar a la especie humana de su total dependencia de los combustibles fósiles (petróleo, carbón y gas).

Como subraya González Alemán, no es cierto, como se ha escuchado estos días, que el verano de 2022 vaya a ser el más frío de lo que queda de nuestras vidas, pues el clima es variable. Pero no hay duda de que en los próximos años el planeta va a seguir calentándose y, si no se empiezan a reducir de forma rápida las emisiones, las tendencias irán a mucho peor. “Ahora mismo todo indica que vamos más allá de dos grados”, comenta el meteorólogo. “El problema es que si llegamos a un cierto umbral, empiezan a aparecer una serie de fenómenos ya no lineales y se producen retroalimentaciones más complejas. Si sigue subiendo y subiendo la temperatura, es como comprar cada vez más billetes para que esto se desmadre. Entonces podrían darse fenómenos que no estamos viendo ahora”.

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