La historia cultural del ‘piercing’: ¿por qué han rodeado tantos prejuicios al pendiente rebelde?

El perforado de distintas partes del cuerpo, una práctica milenaria en muchas culturas, fue adoptado en occidente por los movimientos contraculturales de los sesenta y setenta. Hoy su uso se ha democratizado, la carga política que pudo encerrar se ha diluido y su simbolismo ha quedado sepultado bajo su poder ornamental.

Sociedad 03/12/2022 Editor Editor
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La aceptación general del piercing ha desterrado cualquier atisbo simbólico que este tipo de pendiente pudiera tener en las culturas occidentales. En la actualidad, las posibilidades se multiplican y el piercing sigue ganando nuevos adeptos, aunque no en todo el mundo. Cabe recodar que en algunos lugares, como Corea del Norte, no están permitidos al ser considerados un símbolo del estilo de vida capitalista, igual que los pantalones pitillo. En Irán tampoco se pueden lucir libremente, tal y como han relatado algunas de las mujeres detenidas por la llamada policía de la moral. Allí, las perforaciones corporales, así como los tatuajes, pueden ocasionar pena de cárcel.

En nuestra sociedad, en cambio, el piercing es hoy en día un accesorio más. Un adorno sujeto a las tendencias con éxito variable según la temporada. En los últimos meses, ha recuperado terreno a pasos agigantados y su presencia sobre la alfombra roja, de momento anecdótica, da las primeras pistas de su regreso. Tanto el nostril (como se denomina entre los profesionales a la perforación de una de las aletas de la nariz), como el septum (la argolla que atraviesa el punto de unión de las fosas nasales) han conquistado a iconos de estilo tan poderosos e influyentes. La modelo Gigi Hadid, por ejemplo, sorprendió con un falso septum en los premios CFDA de hace unas semanas. Tampoco se ha resistido la actriz Katie Holmes, rendida desde marzo al piercing de la nariz. Igualmente, la intérprete Florence Pugh lo lleva en casi todas sus apariciones públicas.

Bajo la visión occidental, el piercing puede percibirse como algo relativamente novedoso, popularizado décadas atrás por diferentes tribus urbanas, pero lo cierto es que las perforaciones forman parte de culturas con siglos de antigüedad. Se trata de una técnica milenaria que en algunos casos funciona como símbolo de estatus (así sucedía en el Antiguo Egipto), y en otros como rito de iniciación a la vida adulta, por ejemplo entre los esquimales que pueblan las regiones árticas de América del Norte desde hace varios milenios. En África, la perforación de distintas partes del cuerpo, así como la dilatación con grandes adornos, es igualmente una práctica tradicional, extendida entre hombres y mujeres, también como símbolo hacia una nueva etapa vital o como simple elemento de belleza. Igual que en países de Occidente se perforan los lóbulos de las niñas al nacer, en regiones de la India es habitual el piercing en la nariz también entre las más pequeñas. Como ornamento, forma parte del ajuar de las novias indias una versión del piercing en la nariz que se conecta con el cabello a través de una cadena (así lo lució la actriz india Priyanka Chopra en su boda con Nick Jonas en 2018).

En Occidente, el piercing nació como un símbolo de irreverencia y rebeldía, adoptado por los hippies en los sesenta, el movimiento punk de los setenta y más tarde la cultura raver de finales de milenio. El primer estudio de piercing data del año 1978, estaba ubicado en West Hollywood (California) y regentado por Jim Ward, para algunos el padre del piercing moderno. A lo largo de los años, la carga política que ha podido encerrar la perforación ha ido diluyéndose y en la actualidad su simbolismo ha quedado sepultado bajo su poder ornamental. Gracias a su buena acogida, ya no es imprescindible acudir a un estudio específico. Cada vez más, las firmas de joyería explotan este nicho de mercado y ofrecen piercings de alta calidad que, en algunos casos, se pueden realizar en las propias tiendas por piercers profesionales.

La moda y la música contra los prejuicios del ‘piercing’

En su camino hacia la democratización, el piercing ha sorteado estigmas y prejuicios. Así lo reconoce David Aznar, piercer de Aristocrazy, la primera firma de joyería que introdujo en España este servicio, disponible en algunas de sus tiendas desde 2018: “Sin duda, no tiene nada que ver respecto al año 2009, cuando comencé en el body piercing”, y añade que la perforación “es una práctica milenaria que gracias a los pioneros del piercing moderno se ha desarrollado hasta lo que es hoy. Ya no es algo minoritario o incluso marginal, sino que es una manera de expresión, muy personal en muchos casos y que completa a la persona que los lleva”.

A comienzos de los noventa, tops como Christy Turlington o Naomi Campbell se dejaron ver sobre la pasarela con discretos pendientes en el ombligo. El emblemático septum de Stella Tennant se convirtió en inspiración para las outsiders amantes de la moda, y poco a poco las perforaciones dejaron de ser una práctica anecdótica y limitada a algunos sectores para empezar a atraer a un público más general.

Los referentes pop del cambio de milenio tuvieron mucho que ver en la normalización del piercing. Las estrellas de la música, más libres de jugar con su aspecto que quienes debían adaptar su imagen a las exigencias del guion, contribuyeron al éxito sin precedentes de este tipo de pendientes. Con Britney Spears como estrella planetaria, el piercing en el ombligo se convirtió en una obsesión entre buena parte de las adolescentes que querían imitarla. El resto suspiraba por tener un pendiente en la nariz como el de Christina Aguilera en la era de Dirrty. O uno en la lengua, la opción preferida de Mel B, que, en las sesiones de fotos con las Spice Girls, siempre procuraba enseñarlo.

La cacareada estética Y2K que triunfa hoy en día no solo se definía con pantalones de tiro bajo y vestidos con aberturas. Iconos de masas como Paris Hilton o Lindsay Lohan hicieron del piercing un elemento más del vestuario. Fergie, con su ceja agujereada durante la época dorada de Black Eyed Peas, animó a mirar más allá del piercing ombliguero y durante los primeros años de este siglo, casi cualquier lugar del cuerpo fue apto para perforarse. “Yo sucumbí a la fiebre del piercing en mi época adolescente. Sería 2009 cuando convencí a una amiga para que me acompañara a hacerme un pendiente en el frenillo de la lengua. No fue buena idea. La bola se me caía constantemente y terminó por infectarse. Aguanté un tiempo con el piercing, pero la zona estaba cada vez más hinchada. Al final mi sentido común me hizo recapacitar y quitármelo para siempre”, explica Blanca, de 31 años, sobre un piercing frustrado.

El piercing también alcanzó al público masculino en esa época de finales de los noventa y comienzos de los años 2000. Ellos lo llevaban inspirados por la influencia pop punk de grupos como Blink 182 y, en concreto, de su batería Travis Baker (nuevo miembro Kardashian). Otro referente masculino lo encontramos en el sempiterno pendiente en la nariz de Lenny Kravitz (por cierto, durante la relación del cantante con Lisa Bonet, ambos lo lucían a juego). De forma lenta, pero constante, el piercing ha reivindicado su espacio y desde hace una década se percibe como una moda sujeta a distintos picos de popularidad. La pequeña pantalla ha dejado constancia de su uso recurrente a lo largo de los últimos años: de los adolescentes de Física o Química a los de Élite o Sex Education, el piercing triunfa como tendencia cíclica.

¿Vuelve el ‘piercing’ o nunca se ha ido?

Después de un tiempo algo olvidado, la moda se afana en recuperar el piercing en todas sus versiones. A las opciones vistas en la alfombra roja, se suman las nuevas referencias de la pasarela en esta temporada de otoño/invierno. En Louis Vuitton, el septum en clave XL contrastaba en los estilismos de camisa y corbata. La versión más punk y transgresora llegó con Givenchy y sus piercings al estilo Rooney Mara en la adaptación cinematográfica de Los hombres que no amaban a las mujeres. En el desfile de la firma, las cejas decoloradas de las modelos (otra tendencia que reclama su sitio) subrayaron el poder del doble piercing, que tops como Bella Hadid llevaban en la frente. Por su parte, Balmain o Koché apostaron por decorar el labio inferior con diseños de diferente tamaño.

Los ejemplos son numerosos, pero no es ni mucho menos la primera vez que el piercing se convierte en protagonista. Jean Paul Gaultier hizo un guiño a la cultura del piercing en su colección de primavera 1994, Les Tatouages. Entre la amalgama de referencias tribales, destacaron las falsas perforaciones que llevaban las modelos, entre ellas Rossy de Palma. En julio, Olivier Rousteing presentó la colección Alta Costura de Jean Paul Gaultier y reimaginó aquella colección noventera. En la primera fila del desfile, Kim Kardashian y su hija North West lucieron looks coordinados con piercing en la nariz incluidos.

Los ‘piercings’ más buscados del momento

Aunque su presencia en la pasarela y la alfombra roja confirma el regreso del pendiente en la nariz, los diseños para la oreja siguen siendo los más buscados del momento. La piercer Andrea Shaka (@shakatheneedle en redes sociales) corrobora su éxito: “Ahora mismo, lo más demandado son los piercings en las orejas, hacer diseños adaptados a la anatomía de cada oreja es lo que más está de moda, sobre todo en mujeres, pero también hombres”. A lo largo de su jornada, atiende cinco citas diarias de media, donde además de hacer piercings (en un día ha llegado a perforar más de 20 veces), supervisa el proceso de curación: “A mí me gusta que mis clientes cuenten conmigo en todo el proceso, por eso siempre les digo que no tienen un piercing nuevo hasta que no ha cicatrizado”. Más allá del lóbulo y el cartílago superior de la oreja, esta zona del cuerpo ofrece posibilidades casi ilimitadas a la hora de adornarse.

La nomenclatura es muy amplia y diferencia, entre otros, el conch piercing (en la zona del cartílago llamada concha, en el centro de la zona exterior), helix (parte superior de la oreja, sobre el cartílago), flat (perforación en el pliegue superior de la oreja), tragus (cartílago interior) o daith, ubicado en el cartílago central y popularizado recientemente por su posible efecto contra las migrañas, aunque no hay evidencia científica al respecto. Firmas como María Tash, Persee o la española Gold&Roses triunfan con sus piercings de lujo para la oreja, acercando sus propuestas a otro tipo de público.

Entre las novedades más llamativas en materia de perforaciones destacan los microdermales, una tendencia que surgió alrededor de 2004 y que Aristocrazy acaba de incorporar como una de sus grandes novedades. “El microdermal es una perforación vanguardista en el mundo de la joyería. Estos son modificaciones corporales en las que se insertan piezas de joyería en la piel. Están compuestos por el motivo principal de oro de 18 quilates con un sencillo diseño de un tornillo, un smiley face. Todos ellos llevan una base de titanio, el único metal que permite nuestro cuerpo sin provocar un rechazo”, explican desde la marca. Las sienes o la parte externa de la muñeca son algunas de las zonas donde se puede colocar este adorno. En definitiva, las opciones son casi ilimitadas.

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