Editorial Por: Editor 10/05/2022

El amor mueve al mundo, no las bombas

Abrigamos la esperanza de que el Porvenir, lo que está por llegar, sea mejor a lo que vivimos hoy. Si así no fuera ¿en dónde queda el esfuerzo de miles y millones de personas que todos los días se empeñan en trabajar, producir y tratar que los hijos sean mejores a sus padres?

Julián Marías, ese gran pensador español, decía y -con razón- que “los hijos de hoy son ricos de padres pobres” y no se refería solamente a lo básico de comer, vestirse, vivir dignamente, sino en estudiar, aprender y ser útiles para la familia y la sociedad.

Es que allí reside el punto. He visto profesionales de hijos pobres que llegaron a ser médicos y se labraron un gran porvenir económico y social, se les abrieron las puertas de los clubes selectos en donde solo va la “crema” de la sociedad y que está vedado para quienes no tienen apellido y fortuna. Son los que manejan los autos más modernos, de marcas internacionales reconocidas y no se privan de recorrer todo el mundo.

También he visto médicos, a los que no les importa para nada esos círculos y que prefieren curar a sus pacientes en el hospital público y luchan por aprender más, comprometidos en curar, investigan y prueban cómo mitigar el dolor, salvando  vidas todos los días, consumiendo la suya, sin más interés que el del otro. El ejemplo palpable de un profesional con ese compromiso es el de René Favaloro.

Tal vez, el hombre más comprometido con la ciencia y el arte de curar que haya conocido la Argentina y que hacía lo que hacía alejado de todo fanatismo religioso, por cierto no trabajaba para ganarse el cielo, sino porque la gente necesitaba que la curen y como humilde médico rural en La Pampa, viajó miles de kilómetros hacia el norte para aprender y… enseñar.

Favaloro aprendió mucho en el norte donde la tecnología aunque incipiente era mucho más adelantada a la nuestra y puso esfuerzo y tesón para idear métodos para salvar vidas como el bypass coronario que fue adoptado universalmente por miles de sus colegas y salvó indirectamente a muchísimas personas que también mejoraron su calidad de vida y que hoy se practica anualmente a más de un millón de personas.

Podría haber quedado en Cleveland y desde allí seguir investigando pero prefirió volverse a la Argentina, aquí no somos tan afectos a reconocer a nadie hasta que se muera, de viejo o se pegue un tiro de la desilusión por no conseguir que aporten para su obra que estaba a punto de venirse abajo.

Así como René hay miles de hombres y mujeres que sin llegar a la cima del conocimiento, luchan todos los días por ser mejores personas y esa bondad es el amor que mueve el mundo porque lo que René hacía no era otra cosa que amar, un esfuerzo que sin querer a sus pacientes, hubiera quedado en una cáscara sin contenido y el dejó la cáscara y fue puro contenido, tanto que lo consumió.

¿Qué esperan esos hombres y mujeres que aman al prójimo? Nada que demuestre un fervor religioso sino el simple y natural amor y esto es lo que mueve al mundo, no las guerras ni las bombas.  

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