El hilo de la vida

Primero fue Leandro, un amigo chiquito con un corazón grandote, después la inesperada partida de Carlos Eduardo, que había traspasado todo lo que uno puede considerar como bienes que enaltecen a las personas entre los que cabría destacar el de la lealtad, compañerismo, amistad y bondad, que se galvaniza con el paso del tiempo y se vuelve más férreo que el acero.

Carlos vivía en ese espacio geográfico tras la pasarela del ferrocarril, lugar donde el líder indiscutido era “el Benco”, carrero de profesión y peronista de esos que no se doblan, ni se agachan, ni ceden, menos traicionan, cobijado en la antigua UTGHRA del ganso Luna y Luisito Ponti, en cada disparada que debía hacer para ponerse a resguardo de quienes lo perseguían porque en su afán de hacer respetar el barrio y el partido de Perón no había dejado que un parlante irrumpiera la siesta del lugar propalando publicidad contraria y le metió un hachazo en el capot, pero Carlos era la antítesis del “Benco”, un tipo tranquilo, que solo se ponía pesado, cuando se tomaba unas copitas de más en lo que era un as: el baile, los Clubes Libertad, Victoria y otros un poco más alejados eran los escenarios de las habilidades de Carlos como bailarín cuando sacaba chispas de la pista.

Aprendió albañilería, primero alcanzando los baldes, después haciendo mezcla y por último tomando la cuchara y aprendiendo a usar la plomada, se convirtió en oficial y estuvo junto a nosotros por nada menos que medio siglo, nunca cambió de trabajo, ni de jefe que más que eso fue siempre su amigo. Comenzó con algunos problemas de corazón y Nona, o Décima, decidió cortar el hilo de su vida y se fue, tan silenciosamente, que recién nos avisan de su muerte más de veinte días después.

Darío, fue el último elegido por Morta, la parca que nos faltaba. ¿ Quien era Darío ?. Algunos decían que era discapacitado, enfermo mental que siempre requirió de fraternidad y la encontró en la imprenta del diario EL SOL, en realidad era un muchacho lleno de luz, huérfano y con pocos familiares sobrellevaba el peso de sus problemas de salud con la amistad que le brindaba el mono, quien lo llevaba a veces a entregar el diario y lo contenía, con su natural bonhomía y se había hecho un personaje querible para todos y ,como todos, el destino nos llevará al fin de nuestro paso por la vida cuando las parcas así lo decidan, el hilo se cortó para Darío un día de esta semana y debe andar vagando por el cielo, caminando rápido como era su costumbre, despegado de los problemas de salud que lo aquejaban y esperando, tal vez, que sus antiguos compañeros vayan a hacerle compañía en un lugar lleno de santos y exento de pecadores, como -seguramente- debe ser el cielo.

En tanto, nosotros, esperamos que Nona, Décima y Morta, aflojen la tijera y no se dediquen a cortar más vidas de nuestros compañeros y amigos, que tenemos pocos y se nos van antes de tiempo.