Flotando como un corcho

Tiene un significado y es que estamos haciendo mal algo. Ya no alcanzan las justificaciones de hace decenas de años atrás sobre la construcción de la represa nos dejó una cantidad de gente que vino a trabajar y se quedó alimentando el cinturón de pobreza y marginalidad de los barrios periféricos ni que el citrus y ahora el arándano traen cosechadores que luego se quedan aprovechando la asistencia que reciben aquí.
En realidad, son excusas.
Tratamos de justificar los resultados sin buscar las causas que originan nuestra ubicación en el podio nacional de la pobreza y nos conformamos en que “estamos mal, pero vamos bien”. La realidad es bien distinta y si no enderezamos el barco, nada bueno nos espera si seguimos aumentando pobreza, marginalidad y exclusión, pues es una cuestión matemática: un pobre más un pobre son dos pobres, y 30 mil pobres más otros 30 mil, nos dan 60 mil personas que tenemos en Concordia bajo el nivel de pobreza y unos cuantos miles que ni siquiera alcanzan esa calificación, son indigentes famélicos y algunos mueren por tratar de conseguir rescatar algo de la basura en el Campo El Abasto.
Todos sabemos que Concordia ha sido bendecida por Dios en su naturaleza y, de hecho, somos ricos en recursos naturales, agua, energía, playas, lago, termas, una belleza incomparable en hermosas colinas y llanuras donde todo lo que se planta da sus frutos, pero seguimos presos en un espiral de pobreza que sube y nos ubica siempre arriba.
Si no fuéramos agnósticos, echaríamos la culpa al Diablo que mete la cola y no nos deja crecer para vivir mejor, respetamos a quienes oran para que las cosas cambien pero creemos que debemos ayudar.
Aún con las manos cortadas, mientras tengamos cabeza, podemos tirar una idea inspiradora; quienes están en su “zona de confort” (o de “poder”) no les gusta elaborar ideas ajenas, les significa hacer un ejercicio mental que puede resultar hasta enojoso. Quien conduce no quiere que el acompañante le diga “doblá”, el hombre tiene el volante y conduce como se le da la gana, le resulta enojoso que otro le digan “cuidado, vas a chocar”. Por otro lado, quien tiene poder lo ha ganado y es suyo, no está dispuesto a compartirlo con nadie. La ejecución de la política como el arte de gobernar es un acto individual y se vale de la burocracia para ejercerlo. Los otros poderes, respetan y acatan las instrucciones si quieren ascender y ubicar en puestos “clave” a sus familiares, amigos y allegados. Así nos va.
La idea inspiradora no incluye una receta porque el mal que nos aqueja requiere de varias medidas -como diría Sastre- y la primera sería entender que lo hecho hasta ahora NO resultó y que debemos cambiar. Como en los tratamientos, habría que probar una batería de medidas que no son “convenios” y más “convenios” sino trabajo y más trabajo y esto requiere de acción.