El "Me Too" dentro del mundo espiritual y un caso que llega a juicio en Argentina

Múltiples denuncias emergieron en las redes sociales sobre tocamientos, masajes indebidos, comentarios fuera de lugar, manipulación, abusos sexuales y violaciones en el entorno de las disciplinas que trabajan con el cuerpo y el bienestar emocional y espiritual.

Sociedad29/05/2022EditorEditor
Me too en el yoga

Una ola de denuncias públicas sobre abusos en el mundo del yoga y la espiritualidad se esparció las últimas semanas en las redes sociales, en lo que se convirtió en un nuevo "Me too" que alcanzó instancias judiciales en Argentina, donde una causa por abuso sexual contra un instructor de yoga fue elevada a juicio.

Desde principios de abril, múltiples denuncias comenzaron a emerger en las redes sociales sobre tocamientos, ofrecimientos y masajes indebidos; comentarios fuera de lugar; acoso; manipulación; abusos sexuales y violaciones en el entorno de las disciplinas que trabajan con el cuerpo y el bienestar emocional y espiritual.

Las personas denunciantes y aquellas que buscaron aportar al debate lo hicieron en las redes sociales con los hashtags #NoEsYogaEsAbuso, #YoDefiendoLaVerdad y #IStandForTruth.

Gran parte de las publicaciones, que provienen de México, Uruguay, Brasil, Argentina y Chile, apuntaron a una reconocida institución del ámbito de la espiritualidad, presente en más de 150 países; pero también a otras escuelas, federaciones, maestros, gurúes y profesionales del deporte y la salud.

"Nos revolucionó a todos. Involucraba a gente que conozco, con la que tengo afecto. Me parece que es absolutamente positivo, aunque la noticia sea muy desestabilizante para todos", dijo Bárbara Weimberg, directora del estudio Yoga Tierra, ubicado en la localidad bonaerense de Villa Martelli, sobre el aluvión de denuncias on-line.

Sin embargo, este "Me Too" dentro del mundo espiritual no comenzó este año.

Un antecedente fueron las denuncias que se acumularon desde 2013 por abuso sexual contra Bikram Choudhury, el famoso instructor de yoga de nacionalidad india y estadounidense que se presenta como el creador del Bikram Yoga, también llamado "yoga hot" por su práctica a altas temperaturas.

Pese a las denuncias y un fallo en su contra, Choudhury está prófugo, tal como lo muestra el documental que llegó a la plataforma de Netflix en 2019, "Bikram: yogui, gurú, depredador", dirigido por la cineasta Eva Orner.

En tanto, en Argentina el juicio contra el instructor de yoga y presidente de la escuela Yoga Kai, José Maureira Torres, a quien Carolina Villa y Macarena Pineta habían denunciado en 2017 y 2018 por abuso sexual y posteriores amenazas, iba a comenzar en marzo pero se postergó sin fecha definitiva.

La causa N° 42.592/2017, caratulada "Maureira Torres José, sobre abuso sexual", la lleva adelante la Fiscalía ante Tribunales Orales de Capital Federal N° 20, a cargo de Carlos Eduardo Gamallo, y el Tribunal Oral en lo Criminal y Correccional N°20, que conduce Patricia Mallo, informaron fuentes judiciales.

Macarena tiene 29 años, vive en la ciudad de Buenos Aires y define su vocación como "yoga, astrología y otros yuyos". Se acercó a la escuela Yoga Kai donde para las prácticas debía tener cuidado con ciertas posturas ya que por una condición previa podía llegar a tener convulsiones, y cuando poco después comenzó el instructorado, Maureira Torres le ofreció participar de talleres sobre alineación de chacras para trabajar su situación particular.

"Me dijo que yo no tenía convulsiones, sino que tenía la energía muy sensible. Él cada vez quiso acercarse más, saber más de mi epilepsia. Me quería convencer de que lo que hacía me iba a curar. En un punto quise creerle que con el yoga y esa meditación iba a dejar de tener convulsiones", contó.

La última vez que tuvo contacto con él, la invitó a meditar de forma privada y bajo el pretexto de tener la "energía sexual muy acumulada", la forzó a hacer prácticas que ella no quería.

A Macarena le costó enunciar lo que había vivido ya que "sentía mucha vergüenza porque había confiado en esta persona", pero fue recibida con cariño y contención por parte de sus amigas, quienes le remarcaron: "no es tu culpa".

El 8 de marzo de 2018, Día Internacional de la Mujer, llevó a la marcha que se desarrolló en la ciudad de Buenos Aires tres carteles en los que denunció a Maureira Torres, y con la difusión en redes sociales sobre lo que le había ocurrido varias mujeres se acercaron para contarle que habían vivido situaciones similares.

Una de ellas fue Carolina Villa, quien en 2018 decidió denunciar al mismo instructor.

En su caso, Maureira Torres realizó prácticas abusivas "con el pretexto de un masaje". Ella le señaló a su maestro el abuso, pero recibió como respuesta: "¿Qué? ¿Tuviste miedo?".

"Ahí no te da mucha chance porque claro, a mí no me dio miedo. Y eso también es algo a desmitificar: que las escenas de abuso son terroríficas y que es lo peor que te puede pasar. En mí caso no fue así. Yo no lo viví con temor ni con miedo, pero sí lo viví como algo incómodo, como algo que no era correcto y que no debía suceder", remarcó.

Las experiencias de Carolina, Macarena y otras denunciantes de abusos en el ámbito del yoga y la espiritualidad involucran la confianza, la relación desigual de poder entre el guía/maestro y la persona practicante, y la justificación del abuso "por un bien mayor".

"No solo está lo espiritual que convoca la vulnerabilidad emocional, sino también la disciplina del deporte y la salud. Son tres variables muy fuertes", señaló Paola Torres, psicóloga e integrante de la Red de Psicólogxs Feministas, quien además practica yoga.

Torres explicó que "están los mandatos del deporte: cómo debería ser un cuerpo y cómo debería responder. Luego, la dimensión de la salud: 'si ustedes quieren llegar a la divinidad o si se quieren sentir bien tienen que hacer esto'. Y la dimensión de lo emocional: 'vos vas a alcanzar un estado donde te vas a sentir de tal forma'".

Asimismo, indicó que la primera reacción ante estos eventos abusivos "es de duda", y la segunda "de culpa".

En este sentido, Melisa García, fundadora de la Asociación de Abogadas Feministas (Abofem), señaló que "se genera una enorme culpabilización a la persona que está siendo abusada o acosada, donde pareciera que con esta intención de abrir la mente y otros espacios a lo que invita lo espiritual, se terminan llevando a cabo los abusos".

Las profesionales recomendaron a las personas que se encuentren en situaciones abusivas hablarlo en un entorno seguro y acercarse a profesionales que trabajen estos temas.

"No siempre la reparación es mediante una denuncia, a veces no están listas para atravesar ese proceso", señaló García, quien reconoció que en el último tiempo recibieron varias consultas sobre situaciones de este tipo.

Finalmente, una apreciación que destacaron denunciantes y profesionales es que, en línea con el hashtag #NoEsYogaEsAbuso, las prácticas que propone el yoga no son abusivas en sí mismas.

"Donde hay humanos están estos problemas. El ambiente del yoga no es, lamentablemente, la excepción", concluyó Weimberg.

CÓDIGO DE ÉTICA EN LAS ESCUELAS

En el ámbito de la instrucción del yoga comenzó a debatirse la necesidad de elaborar un código de ética que contemple, entre sus consideraciones, el consentimiento de sus practicantes, en medio de denuncias sobre abusos que se propagaron en las redes sociales.

"Tuvimos una posición proactiva ante esto. En 2019 empezamos a armar espacios de conversación sobre, por un lado, la cuestión del consentimiento y, por otro, cómo tratar cuestiones de género en las clases", dijo Barbara Abeles, psicóloga y presidenta de la Asociación Argentina de Yoga Iyengar (AAYI), donde también integra el Comité de Ética.

La instructora de yoga y presidenta de la escuela Yoga Tierra, Bárbara Weimberg, está elaborando un código que será de acceso público.

"Hay que construir un límite o un parámetro que antes no existía. Crearlo significa reflexionar, debatir, entender que si hago esto puede tener tal o cual impacto en la otra persona", señaló.

Para la instructora, "en el yoga se juegan muchas cosas; es un espacio que muchas veces involucra para la persona que viene a practicar mucha apertura y vulnerabilidad porque vienen a trabajar cosas muy profundas".

"Con estas denuncias se abrió un debate sobre cómo relacionarnos con las personas desde ese trabajo físico que les proponemos y cómo comunicarnos verbalmente", apuntó.

Por su parte, Paola Torres, psicóloga e integrante de la Red de Psicólogxs Feministas, se refirió a los discursos que promueven una "verdad absoluta" y remarcó la necesidad de pensar en los puestos jerárquicos desde la ética.

"Las relaciones de poder entre maestros y practicantes aparecen cuando hay discursos que se mueven en la verdad absoluta", dijo.

En la misma línea, Melisa García, fundadora de la Asociación de Abogadas Feministas (Abofem), sostuvo que el problema está "cuando aparece esa voz autorizada, ese instructor o ese cura, ese consejero que ocupa un lugar totalmente asimétrico, y que tiene como la clave o la verdad en ese momento de lo que a vos te va a hacer sentir bien".

Por esto, para Torres, se vuelve necesario "trabajar en la dimensión de la ética cuando ocupamos ciertos lugares de poder".

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