Médicos sin Fronteras: 50 años salvando vidas

Médicos Sin Fronteras (MSF) viene ayudando a millones de personas en todo el mundo desde 1971. Por ello, la organización internacional de ayuda de emergencia recibió el Premio Nobel, pero también ha recibido críticas.

Internacionales 22/12/2021 Editor Editor
Médicos sin fronteras

Refugiados, víctimas de catástrofes naturales, epidemias y genocidios: en los últimos 50 años, Médicos Sin Fronteras (MSF) ha brindado atención médica a millones de personas en zonas de crisis y conflicto. Cientos de miles de médicos, enfermeros y personal logístico, en su mayoría locales, instalan hospitales de campaña, operan, vacunan o envían medicamentos. En reconocimiento a su labor humanitaria en todo el mundo, la organización de ayuda de emergencia recibió el Premio Nobel en 1999.

"Todo empezó a finales de los años 60", cuenta Ulrike von Pilar, cofundadora de la sección alemana de MSF. En aquella época, la región de Biafra, rica en petróleo, quería separarse de Nigeria. Varios médicos franceses, que trabajaban para la Cruz Roja Internacional, vieron a miles de personas gravemente desnutridas en la guerra civil y sospecharon de un genocidio. Por ello, no quisieron someterse al mandato de silencio y neutralidad de la Cruz Roja.

Algunos de ellos fueron los que fundaron la organización Médicos sin Fronteras. "Los principios fundamentales eran: salvar vidas en todo el mundo, cueste lo que cueste, y dar testimonio de los crímenes contra la vida humana", dice Von Pilar. Aunque más tarde se demostró que no hubo un genocidio en Biafra, denunciar la injusticia siguió siendo esencial para MSF.

Dilema ético

La hambruna de 1984 en Etiopía se convirtió en un gran desafío. Gracias a los reportes en los medios de todo el mundo y a los conciertos de "Live Aid”, llegó mucha ayuda económica a Etiopía. El dictador Mengistu Haile Mariam utilizó la ayuda para deportar a los grupos étnicos de la oposición al sur del país, donde murieron miles de personas. "Como nadie tomó nota de estos crímenes, MSF Francia los denunció en una dramática rueda de prensa", señala Ulrike von Pilar, "aun sabiendo que posteriormente tendrían que abandonar el país y con él a sus pacientes".

Una y otra vez, MSF se enfrentó a este dilema ético fundamental: O se salvan vidas con el consentimiento de los gobernantes o se denuncian los crímenes cometidos por los gobernantes, y luego tal vez se tiene que abandonar a los pacientes. En 1994, cuando la opinión pública mundial ignoró el genocidio del pueblo hutu contra la minoría tutsi en Ruanda, MSF llegó a pedir una intervención militar, sin éxito.

La organización también aboga en muchas ocasiones por medicamentos para los más pobres. Mpumi Mantangana, veterana en la lucha por los medicamentos contra el VIH en Sudáfrica, trabaja en la oficina de MSF en Khayelitsha, un barrio pobre de Ciudad del Cabo. La situación era mala a finales de la década de los 90, recuerda la enfermera. Los pacientes con VIH que morían estaban muy estigmatizados por la sociedad. "Y el entonces presidente, Thabo Mbeki, negó que hubiera un problema de VIH en absoluto", agrega Mantangana.

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