Editorial TABANO SC 20/05/2023

Ni una, ni 30 monedas de plata

La traición tiene mala fama, sobre todo entre los traicionados. En sentido estricto, nos traiciona aquel que falta a la confianza o la lealtad que en él hemos depositado, pero ese quiebre no tiene por qué condenar moralmente, de manera absoluta, al considerado como traidor.

Pudiera muy bien suceder que esa conducta estuviese justificada por otra relación de lealtad hacia otras personas o hacia otra causa ignorada por nosotros; o por una relación de dependencia de la que se derive una fuerza irresistible, como las monedas de plata o una promesa de “seguirás siendo…”.

Con lo que vendríamos a concluir que lo que sería motivo de reproche es el engaño o la ocultación de la lealtad que se profesa y nunca el acto de traicionar, que es un sentimiento marcado por la subjetividad (habrá momentos en la vida en los que no traicionar a uno será tanto como traicionar a otro).

De hecho, espías que fueron fusilados como traidores por un país acabaron siendo considerados como héroes por otro. Hay muchos ejemplos de lo que digo. El general Urquiza fue ajusticiado por López Jordán por considerarlo traidor cuando abandonó a sus tropas en Pavón y volvió grupas en su caballo, permitiendo que los porteños pasaran a degüello a sus hombres cuando tenía posibilidades de ganar la batalla y prefirió “arreglar” con Mitre a costa de la vida de los “panza verdes”, para los seguidores de Urquiza, el traidor era López Jordán y el hecho nunca fue dilucidado pero las paredes de Santa Cándida quedaron impregnadas de la sangre de Justo José, eran épocas en que la traición se pagaba con la muerte, ahora, los traidores se esconden y utilizan otras armas, manejan los resortes del fake news, la billetera y los amanuenses de los palacios, siempre atentos a ser siervos de los poderosos, por unas monedas de plata.

El descubrimiento de unos manuscritos  datados trescientos años después de la muerte de Cristo, en los que se alude a la traición de Judas con una versión de los hechos que pone en duda la tradicionalmente admitida. La historia es bien sabida.

Judas era un discípulo de Jesús que lo entregó a los sacerdotes judíos que querían su muerte por treinta monedas de plata, si bien hay que decir en su descargo que luego se arrepintió de ello, devolvió el dinero y se ahorcó.

La existencia de Judas ha sido cuestionada históricamente. Según ella, Judas era el discípulo más amado por Jesús y lo que llamamos traición fue, en realidad, el cumplimiento de una misión divina que tenía por fin asegurar que se cumpliría el designio de que el Hijo de Dios seria sacrificado por los hombres para cumplir la gigantesca tarea de salvación espiritual de la humanidad. Es decir que todo estaba escrito desde el principio de los tiempos y los protagonistas no hacían otra cosa que seguir escrupulosamente el guion. Jesús era el bueno y Judas -que no se llamaba Julius- el malo de la película, pero terminado el rodaje, todos tan amigos y a tomar juntos unas copas y si hay unas monedas de plata, mejor.

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