Editorial Por: Editor 29/10/2022

No se puede cambiar cuando no se quiere

Ya escribí sobre esto y causó enojos de aquellos que son funcionarios y no les afloran ideas. No tienen absolutamente la culpa de ello, si no les sale nada de su cabeza, es inútil que se les exija hacer un ejercicio del cual no están acostumbrados, les dolerá la cabeza y no lograrían instrumentar ni una sola idea que pueda fructificar en algo concreto, ni siquiera en un sueño.

Son personas afectuosas, buenas, queribles y aptas para administrar y cumplen esa función como se les ha mandado y punto. No hay ningún plus que eleve sus funciones a hacer algo más que sumas y restas exactas en una burocracia ideada para surfear en los puestos.

Concordia, no me cansaré de repetirlo tuvo la generación del 60, la última camada de seres pensantes y ideólogos del desarrollo, de hecho, ellos impulsaron con fuerza la necesidad de hacer Salto Grande y la idea fructificó.

Había un entramado ideológico de distinta ideología, con un socialista acérrimo como Miguel Huarte, un pensador tranquilo como Ángel Requena y los tractores del desarrollo con Jorge Malleret, Antonio “el gordo” Kazilari, José Racca y otros tantos contemporáneos de las ideas que desarrollaban y lo más interesante, llevaban a la práctica.

Este diario surgió de esa discusión de ideas, donde los jóvenes de la Cámara Juniors soñaban también con cambiar esa Concordia dormitorio de hacendados y de quinteros en lo que llamaron “la palanca del desarrollo de la Mesopotamia”.

No quiero olvidarme de Don Enrique Tomás Cresto, que a la par de su quinta cítrica, su labor como apicultor, ceramista y olivicultor, era integrante de las cooperativas productivas locales y aportaba ideas para discutir. Enrique no era una de esas personas atormentadas que te tiran docenas de ideas alocadas, sino que llegaba al núcleo de la cuestión y ahí daba una opinión desde el punto de vista del productor que eran las que finalmente se adoptaban porque eran las más sensatas. Mis largas conversaciones, en épocas que teníamos tiempo de sobra, me sirvió mucho para quitarme las angustias del encierro y convertirlas en un aprendizaje para el porvenir.

Todo esto viene a colación sobre las ideas de nuestros vecinos salteños, pero que son noticia corriente: el teleférico Salto-Concordia, el tren binacional, el puerto de barcazas y una serie interminable de ideas que ellos instrumentan mientras nosotros no solo miramos azorados sino que sabemos que desde aquí las van a torpedear para que no fructifiquen en nada y esto es sencillamente porque no querrán que se hagan realidad y ellos no hayan contribuido con el desarrollo regional en nada o en… casi nada.

Estas líneas no tienen la intención de pedirles a los funcionarios que dejen de rascarse las p…y se pongan a trabajar porque, créame, trabajan pero en su función: surfear.

Así seguiremos fabricando pobres y más pobres y nadie asumirá su responsabilidad de por lo menos haber intentado cambiar esto.

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