Editorial Por: Editor 11/08/2022

Fantasear

Quienes escribimos fantaseamos con la idea de desanudar. Eso era el periodismo: desvelar abusos. Sin embargo, la trama político-económico-mediática está tejida a base de nudos apretados y opacos, rociados de almidón para que no se desmande ni un hilo. Habrá una disfunción múltiple del sistema y la víspera habrá que marcharse. El problema es ¿adónde?

Concordia no era esto. En su tiempo era la razón, y esto es el delirio.

A esto que hoy somos se ha llegado con la contribución de quienes escribimos, dedicándonos a seguir la senda siniestra de anudar intrigas, generar sospechas y perseguir enemigos políticos a través de crónicas interesadas en que los inocentes parezcan delincuentes o que los carentes que roban para comer vayan a dar con sus huesos a la Alcaidía por robarse unos chocolatines con los que aplacar la necesidad de algún dulce para reducir el estrés de la necesidad.

Es más fácil detener a la mujer que huye con la mochilita cargada de chocolatines que al que roba millones y se esconde de la vista de los policías y son inalcanzables para la ley.

Por otro lado, estos saben cómo desviar la atención, hay que entregarles un gil para que se entretengan y lo crucifiquen para saciar su sed de vindicta pública. Desde los tiempos de Cristo, cuando los romanos crucificaron en la cruz a quien había hecho caminar paralíticos y resucitar muertos, sigue habiendo, aún hoy, muchos que asumen el papel de Pilatos, lavándose las manos y que la culpa caiga sobre otros.

Julio asumió con valor su propia defensa, clamó su inocencia y queda ver si todavía hay un poco de razón para atender su catarsis y le sacan la soga al cuello que le han puesto hace años, sometiéndolo al escarnio.

Si quedara un hálito de fe en la justicia, ese soplo suave y apacible del aire de que la verdad triunfa siempre brillará la luz, de lo contrario, habrá que encontrar el sendero en el intrincado camino de las injusticias.

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