Hay esperanzas

Lo que se vive en Estados Unidos es una luz que alumbra al resto del mundo, si bien los americanos ya han vivido jornadas épicas durante la Guerra de Vietnam, más y más estudiantes estadounidenses organizaron protestas para pedir al gobierno que terminara el conflicto.En 1970, los estudiantes de la Universidad de Kent participaron en una manifestación que terminó con la muerte de cuatro jóvenes a manos de la Guardia Nacional. La presión popular finalmente forzó a los Estados Unidos a retirarse del conflicto en 1973, y la Guerra de Vietnam terminó en 1975.

En Francia, lo que comenzó como una huelga estudiantil contra la sociedad de consumo se convirtió en una de las movilizaciones más multitudinarias del país. Los estudiantes movilizaron al resto de la sociedad francesa, y la huelga obrera del 13 de mayo de 1968 fue secundada por trabajadores de toda Francia. El movimiento abordó temas como la rebelión generacional, la política, el militarismo, el capitalismo y la cultura, y tuvo un impacto significativo en la sociedad francesa.

En resumen, los jóvenes han demostrado una y otra vez que pueden ser agentes de cambio y desempeñar un papel crucial en la transformación social y política. Su participación activa y su búsqueda de un mundo mejor han dejado huellas indelebles en la historia.

Resulta interesante, que esta movida juvenil no es patrimonio exclusivo de los Estados Unidos o de la siempre revolucionaria Paris como la capital del mundo libre, sino que se extiende por todo el mundo y nuestra Concordia no es ajena al impulso de su juventud rebelde, así hace poco tuvimos una elocuente muestra, cuando centenares de jóvenes universitarios acompañados por sus padres y familiares salieron a reclamar por sus casas de altos estudios, pero también se puede ver en los sectores más desprotegidos de la sociedad que reclaman por su inclusión en el mundo laboral, por pan, paz y trabajo.

Hacen suyo el llamado papal de “hagan lío” y vaya que lo hacen, aunque del otro lado hagan oídos sordos al reclamo juvenil, van ejercitando sus derechos para el momento en que “truene el escarmiento” porque ningún proceso político y social ha durado más que un lapso y todo lo que empieza termina, más temprano que tarde los sordos de hoy, escucharán el grito del pueblo, despojados ya de sus atributos de mandamás y se arrepentirán de no haber prestado oídos a la más maravillosa música: la del pueblo.