Editorial Por: Editor 03/06/2021

GANARLE A LA MUERTE

En medio de la pandemia y las tragedias que se abaten sobre nuestra ciudad todos los días, como la profunda tristeza por la muerte de la madre Juan Cruz, joven de 26 años, que antecedió por tres días su partida a la de su madre, Sandra, que falleció ayer, ambos, víctimas de coronavirus y que ha dejado aturdidos absolutamente a todos.

Dan vueltas por nuestra cabeza preguntas que no tendrán respuesta porque los que podrían darla están ocupados en tratar de salvar a los sobrevivientes y no se los deben distraer en algo que puede resultar hasta tonto porque estamos seguros que médicos y enfermeras habrán puesto su mayor esfuerzo por salvarlos pero este virus asesino no perdona y mata sin aviso.

Ayer, tenía que titular la nota de que el “Lole” Reutemann, volvía a terapia y que su estado era “crítico” y se me ocurrió pensar en que estaba en su última carrera y tenía que ganarle a la muerte para sobrevivir con una bandera a cuadros cuando Cora (su hija) pueda llevarlo de vuelta a casa.

Espero que no se quede sin nafta, me dije, recordando el 13 de enero de 1974, en el Autódromo de Buenos Aires, cuando el “Lole” se subió a su monoposto Brabham BT 44 para correr el Gran Premio. 

Las crónicas de la época, decían: “Ganar por primera vez en la Fórmula 1 marca a un piloto para toda su vida. Hacerlo delante de su gente, mucho más.”

Las cosas se dieron de maravilla. “Lo notable es que nadie se pensaba que pudiera ganar si no era con la caña de pescar. Y en cambio en esa carrera pude estar adelante desde el principio. Además, saber que tenés un auto bárbaro te da otra mentalidad, pero, además, creo que nunca en mi vida estuve tan bien, nunca me salieron todas en forma tan perfecta…” decía entonces el “Lole”.

Hizo una largada prolija y en la tercera vuelta ya tomó la punta. Con un auto que – hasta ese momento- le rindió de maravillas, se alejó en la punta y la gente empezó a delirar y no por el sofocante calor. Tuvo un ritmo con el que repitió 20 veces el tiempo de vuelta en un dibujo largo y complejo.

Sobre su ventaja sostuvo que “se combinaron un poco varias cosas. Al pasarlo a Peterson, Ronnie quedó segundo y encabezando ese pelotón donde estaban Hulme (Denny), Fittipaldi (Emerson), Lauda (Niki), Hailwood (Mike) y Pace (José Carlos). Evidentemente el Lotus de Peterson fue perdiendo gradualmente un poco de performance y para no perder el segundo puesto, tapó al pelotón mientras yo me escapaba tranquilo cuando la pista todavía estaba desierta, sin aceite, sin goma, sin ningún rezagado. Y cuando Hulme lo pasó a Peterson yo ya tenía casi 20 segundos a mi favor. Que es mucha distancia para descontar en un trámite normal”.

Las cosas se dieron de maravilla. “Lo notable es que nadie se pensaba que pudiera ganar si no era con la caña de pescar. Y en cambio en esa carrera pude estar adelante desde el principio. Además, saber que tenés un auto bárbaro te da otra mentalidad, pero, además, creo que nunca en mi vida estuve tan bien, nunca me salieron todas en forma tan perfecta…”

Lole soñó despierto, hasta que todo se transformó en una pesadilla. En los últimos giros el motor empezó a fallar. 500 metros antes de la meta su monoposto se detuvo en el ingreso a los mixtos. Un silencio sepulcral sacudió al Autódromo. “Yo venía ya sin nafta a no más de 140 km/h. en segunda. Y cuando Hulme me pasó solo pensé en lo brutalmente rápido que se viaja en la F1. Y seguro que al verme casi parado Hulme debe haber levantado el pie, habrá mirado bien y después se fue tranquilo. Pero fue impresionante…”

“No pude dormir la noche del domingo. Varias veces me desperté sobresaltado y pensé que ahí, sobre la mesa, estaba la copa del triunfador. Parece una pavada, pero son cosas muy importantes y yo no me podía resignar inconscientemente a no haber ganado la carrera”, se lamentó luego. El dolor fue inmenso. No solo por perder en la última vuelta la chance de su debut triunfal en la F1, si no porque lo iba conseguir en su país, en un Autódromo que vibró con él.

“El público es lo que más me impresionó. Ver la cantidad de gente que iba a los entrenamientos de la semana anterior cuando solo yo giraba en el autódromo. Era ilimitado el entusiasmo de ese público que estaba desde la mañana del domingo soportando el calor y gritando sin cesar. Por supuesto que desde adentro del auto no oía nada y durante la carrera estás tan concentrado en el manejo que no hay tiempo para observar afuera, pero en la vuelta previa que di antes de ubicarme en la grilla de partida pude ver la cantidad de papelitos que volaban en el aire y fue una cosa impresionante”, destacó de su gente.

Sobre el desborde de público en el final, manifestó que “cuando estaba terminando la carrera y ya parecía que era mía pensé que en la última vuelta podía pasar cualquier cosa, que a lo mejor tenía que recorrer todo el circuito entre dos filas de personas, que a lo mejor se invadía la pista, no sé qué podría haber pasado y me lo sigo preguntando…”

En un país tan exitista, no faltaron las críticas que apuntaron al perder una carrera en la última vuelta en lugar de destacar que dominó 50 de los 53 giros. A principios de 1974 ya supo lo que se iba a venir en 1981, cuando fue subcampeón por un punto e igual recibió palos. “Salvo escasas excepciones, entre los cuales están los periodistas especializados, todo el mundo me criticó siempre diciendo que nunca podría ganar una carrera si no era pescando, que siempre tenía excusas, en fin… mil cosas. Pero, ¿y a mí qué? Yo vivo casi todo el año en Europa, corro casi todas las carreras allá y son muy pocas las personas que me han visto en mi campaña de estos años. Sin embargo, millones de personas se consideran con derecho a opinar y decir tranquilamente que yo no me la juego. Si tan solo supieran lo que es correr en la F1… Pero no me importa, porque en definitiva no alteran para nada mi vida de corredor”, afirmó.

“Mucha gente me dice siempre que Emerson Fittipaldi es un tipo simpático y amable y que por eso gana mucho en imagen. Pero yo personalmente lo he visto molesto como nadie porque tres periodistas llegan a entrevistarlo y a la hora de saludarlos pone una sonrisa compradora para que nadie se dé cuenta de sus verdaderas ganas de mandarlos al cuerno. Y está muy bien, pero yo no puedo fingir así y soy como soy. Eso, teóricamente, no tiene nada que ver con el manejo, para muchos parece que si…

Un Carlos Alberto Reutemann auténtico. El mismo que debutó en la Máxima con una pole positions en 1972. El que emocionó a 80.000 personas y que les hizo correr frío por el cuerpo en pleno verano. El que hace 47 años demostró que pudo ser ganador en la F1, pero como dijo Juan Manuel Fangio: “las carreras se terminan cuando se baja la bandera de cuadros”.

Y en esta carrera, en la que hoy se encuentra el “Lole”, internado en su Santa Fe natal, todos los argentinos esperamos que la gane, por él, su familia y amigos y por los que abrigamos la esperanza de vencer. ¡ Fuerza !  

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