Editorial Por: Editor 11/09/2021

EL 11-S Y LA VENGANZA QUE TERMINÓ EN DERROTA

Se cumplen veinte años del atentado que causó más víctimas civiles en un solo día en los Estados Unidos y cambió el curso de la historia. Ese fatídico 11-S, murieron miles de personas, otras miles quedaron con secuelas graves para toda su vida por la aspiración de los restos de los edificios volados, el polvo y el plástico que se les metió en los pulmones tras el brutal estallido.

Fue también el día “D” para que Estados Unidos vuelva a tratar de demostrar al mundo su papel hegemónico como policía del mundo y ordenara las incursiones en países extranjero con un gasto impresionante en armamento y en vidas de sus soldados que fueron a morir en las montañas de Afganistán, peleando con rivales que conocen el terreno y saben cómo esconderse y atacan y se repliegan, en una permanente guerra de guerrillas.

El orgulloso ejército americano terminó derrotado, como lo había sido antes en Vietnam y la retirada del aeropuerto de Kabul, tuvo similitudes dramáticas con las de Saigón, en ambos, escenarios de guerras que no son suyas y donde se trataba de demostrar la supremacía bélica de la primera potencia mundial.

Es cierto que los americanos cuentan con una logística impresionante en materia de movilidad, apoyo aéreo, tecnología de guerra de primera como drones no tripulados y armamento de gran poder de destrucción.

Sus adversarios, no tenían –hasta ahora, que se apoderaron de todo el material que los aliados abandonaron en su rápida huida  de Kabul-, armas modernas, pero tienen una fe religiosa que los hacen muy peligrosos porque son fanáticos que creen que si mueren en combate van al cielo.

Ese fue el motivo por el cual la veintena de kamikazes árabes que estrellaron los aviones en contra de las torres gemelas de Nueva York y el mismísimo Pentágono, actuaron como comandos suicidas, mientras la respuesta área de los americanos se demoraba ante la duda de si derribar aviones que venían con ciudadanos americanos tomados como “daños colaterales”. Un prurito que los kamikazes no tienen, ellos ejecutaron el plan y se inmolaron en el objetivo elegido.

Contra esa decisión que para los occidentales nos parece alocada, para ellos es una cuestión de fe y no dudan en dar su vida en pro de lograr sus objetivos.

Después, se desató una guerra de veinte años, en que los talibanes fueron obligados a guarecerse en las montañas pero siguieron hostigando al ejército americano, mediante estrategias de desgaste y causándoles bajas, como las últimas en el aeropuerto donde, otra vez, actuaron comandos suicidas que se hacen estallar como hombres bomba y causan verdaderos estragos y la muerte de más de una docena de soldados americanos.

Ese fanatismo, es el que vuelve prácticamente invencibles a los talibanes. Los soldados occidentales no usamos “hombres bomba” ni “mujeres bomba”, “ni menos “niños bomba”, ellos utilizan como carne de cañón a sus propios hijos. Tras 20 años peleando, se dice que murieron en ese lapso, alrededor de 300 mil personas y muchas otras sufren los daños de la guerra, llegaban de vuelta a casa, con daños físicos y psicológicos, Biden quiso poner fin a la guerra, logró sacar –de apuro- a sus soldados pero dejó un polvorín en Kabul que se extenderá a los países vecinos porque los talibanes sueñan con un imperio islámico y están ahora envalentonados por haber ganado la guerra.

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