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Hablamos de Eduardo y Mario Buruchaga, y habrá que buscar en la historia cuando dos hermanos dirigiendo un equipo lograron un título o un ascenso. Hermanos DT´s seguramente hubo algunos, y nos viene a la memoria los Barros Schelotto, pero por aquí, por estos lares, es realmente una rareza.
Ambos hermanos Buruchaga nacieron para el fútbol, porque desde niños pateaban una pelota. Sus inicios datan del campito ubicado en calle Mitre, entre Bolivia y Lamadrid, donde el barrio entero se juntaba a jugar partidos en ciertos casos memorables. Ahí ya los hermanos Buruchaga demostraban sus dotes para el fútbol. El “Gato” (Eduardo) era defensor y se hacía sentir. Mario era volante con recorrido, como el clásico carrilero de ahora. Pero en el campito casi no había posiciones fijas. Allí, por caso, también empezó a patear y festejar goles el recordado Guillermo Urrutia, amigo del barrio, también. Y había otros jugadores que quizá no llegaron al reconocimiento y trayectoria de los Buruchaga.
Ambos terminaron fichando por Libertad, que era el “club del barrio” porque su cancha estaba y está en el lugar de siempre, al lado del Parque Mitre. No era fácil llegar al “Lobo” en esa época por los exigentes entrenadores que tenían. Pero estaba el “padre” de muchos de ellos como Don Héctor Emilio Scarinci, que tenía la Escuelita de Fútbol, y más tarde los Buruchaga pasaron por las manos de Eduardo Quevedo, otro maestro de los grandes que tuvo el Lobo. Allí sí ambos tuvieron que quedarse en una posición en la cancha, y entonces Eduardo fue 2 y Mario el 8. Lo que no recuerdo es si jugaban realmente juntos desde siempre o la diferencia de edad los había separado un tiempo, pero que llegaron a jugar juntos es seguro, aunque sea un rato, porque Mario tuvo que dejar muy joven de jugar al fútbol por las lesiones. Ambos, claro, se codearon con los mejores jugadores que tuvo nuestra ciudad y aquellos que llegaron a Libertad en su momento, caso Brelaz, Cudini, Coulleri, Goya, Silva, Nanoia, los hermanos Martínez (C. del Uruguay), entre tantos otros. Y congeniaban muy bien con los que habían surgido, como ellos, de la cantera del Lobo, y con quienes había obviamente más afinidad por el barrio.
A diferencia de Mario, el “Gato” tuvo “siete vidas” en el fútbol, precisamente, porque tuvo una larguísima trayectoria dentro de este deporte y pasó por varios clubes, brillando en todos porque era un marcador excelente. Mario, para cumplir con él también, era un jugador más fino, detallista como lo es como entrenador, además de ser siempre estudioso y atento de las indicaciones de sus entrenadores. Pero el “Gato” integró los mejores equipos de la ciudad e incluso aquel glorioso Wanderer´s del 92, quien hizo hasta hoy una de las mayores campañas de nuestro fútbol en el Torneo del Interior, cuando había que recorrer el país entero para poder ascender. Llegaron hasta Catamarca, donde perdieron la chance de llegar a cuartos de final. Justamente Mario Buruchaga era el técnico de aquel equipo y Eduardo el 2 titular indiscutible, en gran dupla con otro grande como Ricardo Zubillaga, que era el 6. Quizá fue la única vez que coincidieron como entrenador y jugador. Y seguro que las charlas continuarían en su casa porque se respiraba fútbol, sin duda. También, claro, como en toda familia debe haber habido alguna que otra “peleíta” por la pasión de ambos.
El “Gato” jugó hasta los 40 y pico de años (sino casi 50), cuando decidió dar el duro paso al costado para sentirse ex jugador y ver la cancha sólo desde afuera. Un jugador que pudo llegar jugando a esa edad por su disciplina fuera de la cancha. Pero su sencillez, y su notable carrera, le deben haber amortiguado ese paso para que no sea tan lacerante. Lo mejor de todo es que hasta el momento de retirarse fue competitivo y hay que decir que él dejó al fútbol y no al revés, como puede suceder en varios casos.
Mientras tanto, Mario tuvo algunos logros importantes, como por caso liderar un grupo como el del Club Salto Grande que también llegó a una final del Torneo del Interior, dejando a las claras que su capacidad de liderazgo y sabiduría para dirigir no eran casualidad. También pasó por otros equipos aunque sin la misma trascendencia, pero sí con las mismas ganas de trabajar de siempre. En cambio, se puede decir que Eduardo tuvo su primera gran experiencia en Alberdi, justamente, y también pudo verse su capacidad en poco tiempo, haciendo protagonista a su equipo. Tuvo vaivenes, pero fueron más los mejores momentos con aquel primer ascenso incluido, el que lamentablemente fue efímero porque duró solo una temporada en primera.
Nadie podía pensar en que los hermanos podían juntarse para fortalecer aún más a Alberdi y eso sucedió al comienzo de esta temporada, cuando Mario decidió sumarse para por primera vez dirigir un equipo con su hermano. Muchos pensaban en cómo iban a hacer para ponerse de acuerdo, pero sus gustos futbolísticos son coincidentes en muchos aspectos. Obvio que alguna disonancia habrá habido, y es lógico. Pero entre los dos supieron como armar un equipo. Mario tiene mucho de psicólogo y es el que habla permanentemente con el jugador, y lo corrige o direcciona según sea la circunstancia. Eduardo es más de ir a lo futbolístico, aunque obvio que tiene un gran diálogo con sus ex colegas, los jugadores y buena llegada, claro.
Para no entrar en detalles, ambos lograron lo que el club y la gente les pedía, el ascenso y lo hicieron con una grandísima campaña, aguantando ciertos sinsabores pero con una idea muy clara y un equipo que era difícil de superar, tanto en lo anímico como en lo futbolístico.
Así, Eduardo y Mario volvieron a darse un abrazo que provino del fútbol, como un gol de aquel Wanderer´s del 92, como un gol de Libertad, de niños o un festejo alocado en aquel campito de calle Mitre junto a los amigos del barrio. En definitiva, un abrazo como en casa, bien de hermanos. Felicitaciones.
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