Editorial Por: Editor 21/12/2022

Un año sin Jorge

Se cumple un año de la partida de Jorge Busti y lo sentimos quienes fuimos sus amigos. Mi historia personal, de esa amistad que duró una vida, puede ser contada por cuanto no me eleva como un ejemplo, que no soy, sino del hombre común que me topé con Jorge en una de esas situaciones en las que nadie quiere estar.

Jorge Busti

Cada vez somos menos los que recordamos al “Conejo” Martínez, un oficial policial que se hacía el afectuoso para captar la simpatía de quienes serían después sus víctimas, en realidad, era un sujeto cruel y despiadado que gozaba con el sufrimiento ajeno.

Justamente, fue este hombre de la Policía quien me condujo detenido hacia la Departamental de Concordia y su primera parada fue donde se encontraba la guardia que debía salir poco después y cuyos borceguíes me dejaron estampado en todo el cuerpo, después que “el Conejo” me atorara de un golpe al estómago y lograra que me cayera al suelo para que los “valientes” hombres de la ley, se divirtieran con mi cuerpo exánime.

Jorge, ya estaba “encanastado” en una celda y desde allí me contó después veía como me llevaban en andas hacia la parte trasera de la departamental donde había una pieza sin ningún mueble, a la postre, era el lugar donde se torturaba a los presos y donde cumplieron con esa función haciéndolo con mi cuerpo. Después de una noche de “ablande” me tiraron en un “colectivo” donde había varios detenidos por diversas infracciones, incluso de tránsito, por ese entonces te llevaban preso si no pagabas una multa.

De aquí me fueron sacando en varias oportunidades para volver a torturarme y, de pronto, cuando pensaron que se habían “pasado” y me habían dejado demasiado destartado, me metieron en la celda de Jorge, me dijo después que me recuperara que pensó que me moría estaba demasiado golpeado y me chorreaba sangre por la nariz y había ensuciado toda mi camisa y pantalón con sangre.

Cuando pude hablar intercambiamos información, supe que estaba allí porque el juez donde se desempeñaba como secretario lo había denunciado ante el Jefe del Área 225, el temible Tte. Cnel, Naldo Miguel Dasso, el juez, quien luego sería funcionario de Sergio Montiel al mando de la FIA y terminaría denunciándolo al propio Montiel, había logrado que su segundo fuera secuestrado y conducido a diferentes lugares para que “cante” su participación a ”Montoneros”.

Jorge no estaba al tanto de mis actividades y solo le conté por lo que me estaban torturando: una imprenta ubicada en mi casa, me di cuenta que entendió que algo más había, aparte de lo que también sabía Rovira que en mi casa se reunían “los comunistas”, pero nada más. No creía que allí podría cocinarse algo más que folletos (de los que no encontraron ninguno) y no hallaron ni una bala, ni un arma, por lo cual, luego que sacrificaron su crueldad me enviaron a la UP3, aprovechando una causa común, sin pensar que esa era una “operación” no común ni que podía haber sido desarrollada por alguien que no estuviese entrenado. En esas circunstancias, nació la amistad con Jorge Busti que duró toda su vida y que recordaré en lo que queda de la mía. Con más tiempo, ampliaré como, para mí, Jorge fue más que un amigo, en realidad fue un hermano de corazón, parentesco nacido en esa situación cruel y tortuosa que soportamos juntos. 

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