Lorenzo ‘Toto’ de Vedia, cura villero: “Muchos pobres están arrepentidos de haber votado a Milei”

El sacerdote argentino, que vive con “los pies en el barro”, como pide el papa Francisco, advierte del deterioro del “colchón social” que ofrecía el Estado en los barrios populares. Nota del diario español elpais.com.

Nacionales29/03/2025TABANO SCTABANO SC
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Lorenzo ‘Toto’ de Vedia, esta semana en la parroquia Virgen de los Milagros de Caacupé

Lorenzo de Vedia (Buenos Aires, 58 años) es cura villero. Hace más de 25 años que está a cargo de la parroquia Virgen de los Milagros de Caacupé, ubicada en la villa 21-24, uno de los barrios populares más grandes de la capital argentina. Los vecinos lo conocen como “el padre Toto”. Caacupé es especialmente conocida porque el papa Francisco celebró allí, aún como Jorge Bergoglio, algunas misas y bautismos. También porque allí se ve de primera mano el trabajo de los curas que tienen “los pies en el barro”, como pide el Pontífice. El padre Toto se mueve en bicicleta por los pasillos estrechos de la villa, saluda con un abrazo y mira fijamente a los ojos cuando habla. Tiene como nadie el pulso de las barriadas pobres donde Javier Milei arrebató hace menos de dos años al peronismo la hegemonía política. Dice, con resignación, que intentaron alertar a la gente de que “se venía el monstruo”, pero “no alcanzó”. Hoy, tras 15 meses de Gobierno ultraderechista, advierte de que la retirada del Estado destruye día a día el tejido social y fortalece al narcotráfico.

caacupe

Pregunta. ¿Cómo está la situación de los barrios?

Respuesta. En las villas y los barrios populares hay una pobreza estructural que va más allá de los gobiernos y los programas económicos. Esto no quita que, en estos momentos, con este Gobierno, se fortaleciese la pobreza. El poder adquisitivo de la gente es muy bajo, lo mismo que la perspectiva de futuro y el sueño de mejoría e integración socio urbana de las villas. Se habían dado pasos importantes con la ley de urbanización, pero eso casi está anulado. Bajó también la provisión de alimentos que llegan del Gobierno nacional a los comedores. A muchas organizaciones sociales que recibían ayuda a través de un programa de Naciones Unidas se les cortó todo.

P. ¿Cuál es la evidencia de este cambio negativo de expectativas que menciona?

R. En lo inmediato, la gente no tiene plata, va más a los comedores, pide alimentos y también cosas que antes no pedía. Recién me llamó una chica que necesita plata para un pasaje, porque vive en un pueblo en la costa y por un problema por la tenencia de sus hijos tiene que venir para acá a declarar. Y tenemos gente con trabajo, pero que cada vez cobra menos. Es gente con laburo formal que es pobre porque no llega a cubrir la canasta básica. El problema más grave es que todo esto rompe el tejido social.

P. ¿Qué consecuencias tiene eso?

R. Que los pibes están más a la deriva, dejan el colegio y son captados por la droga. Creció mucho la venta de droga.

P. ¿La droga es el principal problema?

R. Es uno de los principales. El corrimiento del Estado favorece el avance del narcotráfico. El chico dice ‘para qué voy a estudiar si por cuidar la esquina como soldadito saco más guita que mis viejos, que estudiaron y se rompen el lomo cada día’.

P. Ese no es un fenómeno nuevo.

R. Eso es algo que no inventó este Gobierno, pero se ha profundizado.

P. ¿El voto a Milei ha sido importante en las villas?

R. Sí, mucha gente aquí votó a Milei. Yo creo que menos de lo que se dice, pero es notorio que con el discurso y la política que tiene y lo que promueve haya habido tanto votante de Milei.

P. ¿Encontró alguna explicación?

R. Milei supo encarnar un descontento social, gritó y llamó la atención. La gente dijo ‘no lo entiendo mucho, no estoy de acuerdo con todo lo que dice, pero prefiero ir con este que con el otro que siempre me caga’.

P. ¿Y ese voto existe aún?

R. Escucho mucha gente que dice que se equivocó y que está arrepentida de haberlo votado. Al menos acá en la villa.

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Una patrulla de la policía pasa delante de la parroquia de Caacupé, en la villa 21-24, de Barracas, en Buenos Aires. ENRIQUE GARCIA MEDINA
P. ¿Lo vieron venir a Milei?

R. Nos dimos cuenta tarde. Los curas villeros hicimos en la puerta de la parroquia una misa recordando que Milei había agraviado mucho al papa Francisco [lo llamó “imbécil” y “el representante del maligno en la Tierra”] y a la justicia social. Advertimos el monstruo que se venía, pero no alcanzó.

P. Hay una pregunta que está dando vueltas en Argentina desde que asumió Milei. ¿Por qué, si la situación es tan grave, no hay convulsión social?

R. Hay una especie de anestesia. La dirigencia política y de otros ámbitos está muy lejos del hombre y de la mujer de a pie. La gente no encuentra referentes políticos y sociales que puedan representarlos.

P. ¿Se podría decir que hay resignación?

R. Algo parecido a la resignación. También Milei prendió mucho porque la gente en la villa consume las mismas redes sociales que el resto de los sectores. Y con eso entra el discurso del individualismo y la meritocracia. Se creen que se merecen vivir peor.

P. ¿Como una meritocracia invertida?

R. Claro, dicen ‘no tengo los méritos para no ser pobre’. Se resignan a lo que les tocó. A eso sumale la violencia del Gobierno contra las protestas. La gente tiene miedo de salir.

P. ¿La Iglesia que puede hacer en este contexto?

R. Acompañar a la gente. Al comienzo de esta gestión quisimos tener un diálogo con el Gobierno, pero nos cerraron todas las puertas.

P. Lleva 25 años en Caacupé, por lo que ha pasado aquí la crisis del año 2001. ¿Qué enseñanzas saca de aquello?

R. La de 2001 golpeó con más fuerza porque no existía el colchón social que hay ahora, a pesar de todo. Con “el colchón” me refiero a los planes sociales y sobre todo a cierta historia de cooperativas que se fue generando durante estos 25 años. Pero también en 2001, a diferencia de ahora, se encontró una representatividad política que supo acompañar. Hoy ese panorama es muy oscuro, aunque hay esperanza. El pueblo argentino tiene conciencia de que hay que jugarse por los demás. Ahora hay una estigmatización de lo que ellos [la ultraderecha] llaman “gerentes de la pobreza”. A las mujeres de los comedores en la pandemia se las aplaudía porque cocinaban para la gente y después se les empezó a decir que se robaban la comida. Esa percepción bajó ahora un poco, porque ese discurso es tan espantoso que hace que se vuelva a reconocer el trabajo de toda esa gente.

P. ¿Cómo ve el futuro?

R. Con esperanza, y no porque sea cura. Yo espero que la sociedad en algún momento recapacite y que la dirigencia política se ponga a la altura.

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