Lo que opinan los diarios del mundo sobre el hoy del país: "Argentina se rinde a la inflación"

Más del 100% de subida interanual del IPC registrado en febrero es la última etapa de un camino iniciado en la crisis de 2001.

Economía 15/04/2023 Editor Editor
Inflación, supermercado_1

Durante la campaña electoral para las presidenciales que ganó hace ocho años, Mauricio Macri dijo que “lo más fácil” era bajar la inflación. Recibió un IPC del 26,9% de Cristina Kirchner y le entregó otro del 53,8% a Alberto Fernández. El actual ministro de Economía, Sergio Massa, adelantó en diciembre pasado que su objetivo era “que la inflación baje al 3% en abril”. El 6,6% registrado en febrero volvió inalcanzable esa meta. El IPC interanual difundido este martes alcanzó el 102,5%, el más alto desde 1991, y nada indica que vaya a bajar para diciembre próximo. La realidad se empecina en contrariar a los políticos y economistas argentinos. El país sudamericano duplica desde 2015 su inflación cada cuatro años. ¿Por qué Argentina pierde una y otra vez la carrera?

No se trata de un problema nuevo. El promedio de inflación anual de los últimos ochenta años es del 70,3%. Abuelos, padres, hijos y nietos han vivido con precios que vuelan mes a mes. Los militares dejaron el Gobierno en diciembre de 1983 con índices por arriba del 400% anual, una cifra estratosférica que se desbocó definitivamente en 1989, cuando alcanzó el 3,079%, pese a los esfuerzos de estabilización del presidente Raúl Alfonsín. El Gobierno de Carlos Menem la atajó en los noventa con la convertibilidad del peso por el dólar. Se prohibió por ley expandir la base monetaria y cada peso tuvo su respaldo en divisas. Fue una bomba de tiempo: agotado el ingreso de dólares por privatizaciones y cerrado el grifo del endeudamiento todo estalló por los aires en diciembre de 2001, con la crisis del “corralito”. Cuando a Néstor y Cristina Kirchner se les complicó domar la subida de precios decidieron intervenir el Indec, la oficina que mide la inflación, y dibujaron los números. La inflación oficial iba por un lado y la de la calle por otro. En diciembre de 2015, Macri debió usar el índice que realizaba la ciudad de Buenos Aires. El Indec ya no miente, y así están las cosas: en 2023 los precios se duplicarán, sin que nadie haya encontrado la fórmula para evitarlo.

El Gobierno de Macri aplicó recetas liberales clásicas. Redujo al mínimo la emisión de dinero y financió el déficit fiscal con dólares que pedía prestados. Pero en 2018 se quedó sin crédito y tuvo que pedir 45.000 millones de dólares al Fondo Monetario Internacional (FMI). Fernández se financió en pesos, pospuso los pagos al FMI y encendió la máquina de imprimir billetes. Cubrió con ellos los gastos extraordinarios derivados de las ayudas por la pandemia, que dispararon el rojo fiscal de 2020 hasta el 8,5% del PIB. Esa masa inusitada de dinero está pasando ahora la factura, con un IPC de tres dígitos.

“El problema de la inflación es multicausal en un contexto donde Argentina ya venía muy golpeada”, dice Julián Zicari, economista y autor del libro Crisis económicas argentinas. De Mitre a Macri. “El kirchnerismo dejó un 25% y Macri le entregó a Fernández un 50%. A eso se le sumó una pandemia, una guerra, un mega endeudamiento público y privado y un Gobierno muy débil en un clima que genera presiones inflacionarias por todos lados”, resume. De todas formas, dice, “países como Estados Unidos duplicaron su inflación por cuatro y Argentina solo la duplicó. Pero como veníamos desde antes de la pandemia de niveles muy altos ahora se superó el 100%”.

La inflación de febrero fue especialmente alta en el rubro alimentos, con un 9,8%, 3,2 puntos más que el promedio. Es una pésima noticia para el Gobierno, que mes a mes destina millones de pesos a la ayuda social. La subida de los precios tensiona la relación con los más pobres y sus organizaciones, que presionan en la calle por más ayudas. Este año, además, los argentinos elegirán presidente y ningún Gobierno quiere espantar eventuales votos con planes de ajuste antipáticos. Mientras tanto, los problemas estructurales siguen ahí, ardiendo a fuego lento bajo cubierta. Elizabeth Bacigalupo, economista jefe de la consultora ABECEB, dice que años de inestabilidad han creado una “desconfianza estructural de los argentinos en su propia moneda”, con todos los problemas que eso trae aparejado. “No ahorran en pesos, acumulan valor en activos dolarizados. Tenemos una historia de décadas de desorden macroeconómico, de políticas fiscales y monetarias inconsistentes para una inflación baja. Además, tenemos una enorme inercia inflacionaria”, explica.

El Gobierno argentino se comprometió ante el FMI a reducir este año su déficit fiscal al 1,9% del PIB. Pero el problema, dice Bacigalupo, es que “como no tiene acceso a los mercados de crédito voluntario a tasas razonables, pese a haber reestructurado su deuda, y el mercado en pesos está saturado, se financia con emisión monetaria del Banco Central”. Macri hizo lo contario, apeló a los créditos externos en dólares, pero tampoco funcionó. Zicari dice que “es muy difícil sin credibilidad, sin poder para ordenar las expectativas, sin reservas en el Banco Central, mega endeudado y con un riesgo país altísimo poder cumplir las metas”.

¿Hay solución? No en el corto plazo, según la opinión de Bacigalupo, porque “no hay ninguna condición para que la inflación baje en Argentina durante 2023. “No basta con arreglar la cuestión fiscal, sino también la monetaria y la cambiaria para que todo el programa te permita generar la expectativa de que vas a llevar la inflación para abajo”. Hoy Argentina tiene una decena de tipos de cambio diferentes, con valores que van desde los 208 pesos por dólar de la cotización oficial hasta los 417 que se pagan cuando se trata de compras con tarjetas de crédito en el exterior.

Urge, dice Bacigalupo, un plan de estabilización, “pero eso será tarea para otro Gobierno, porque este no tiene ninguna intención de hacer un programa semejante”. Los argentinos se han acostumbrado con los años a vivir con un IPC que en cualquier otro país sería una tragedia cotidiana. La duda es hasta cuando les durará esta vez la paciencia. (El País)

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