Editorial Por: Editor 19/06/2022

Zombilandia o rascabolangas

Un amigo me dijo, antes de escribir estas líneas, que mantenga la calma y no monte en el enojo, que sobrefrene el impulso de sacudir a quienes no quieren trabajar.

Y me introdujo en ese mundo de intrigas palaciegas en el que pareciera que cada uno hace su juego como en el pirulín pirulero. Comprendo que si esto se da aquí, en el pago chico, me imagino que en mayor medida se debe dar en Paraná y en las cercanías de la Plaza de Mayo, más precisamente en esa casa en el que se alquila el poder por cuatro años que es la Casa Rosada.

Entendiendo que busca no quede parapléjico, trataré de reducir las cargas y hacer un análisis más tranquilo y desapasionado de lo que nos pasa, sin renunciar a sacudir a alguno(s) porque, si no, estaríamos surfeando, escribiendo pavadas o felicitando a otros que no merecen más que una buena patada en el tuje.

En cualquier situación, corresponde que analicemos dónde estamos. Y aquí surge que todos coincidimos que vivimos en un ciudad riquísima, dotada por Dios de todo lo necesario para que nos desarrollemos y vivamos más que bien, sin más apuros que de disfrutar esto que se nos ha dado para vivirlo, justamente, como Dios manda.

Siendo agnóstico, no comprendo algunas cosas, pero sí entiendo que hay un orden superior que no quisiera que ningún ser vivo nazca para sufrir o padecer en su vida terrenal esperando el cielo eterno.

Digo esto porque la pobreza es soportable, pero cuando ya hablamos de indigencia, se nos pone la piel de gallina porque esos números no son fríos cuando se trata de mujeres y niños que sufren necesidad en la riquísima ciudad de la Concordia.

Quizás, para la concepción de Milei, ese sector político no tiene la culpa de lo que les sucede a los indigentes. Por otro lado, de algún lado habría que sacar órganos para los ricos que pueden necesitarlos y no van a acudir a otros pudientes, sino al mercado de los indigentes... pero esto es harina de otro costal.

Acá, la culpa de esto es concurrente y nadie puede tirar la primera piedra. Quien escribe también tiene su cuota de culpa por no expresarlo con absoluta claridad y decirlo con todas las letras que hay un gran número de funcionarios que se manejan como ZOMBIS y que deben tener los testículos colorados de tanto rascarse. Por eso, el título coincide con esta apreciación de que estamos en ZOMBILANDIA o RASCABOLANDIA CITY.

En honor de nuestros esperpentos, digamos que tienen hermanos en Paraná y muchos en la Casa Rosada y no es porque sean peronistas, radicales, comunistas, o de cualquier otro partido sino porque son INCAPACES para trabajar por los demás, aunque se muestran muy capaces para sí mismos, trepan y trepan, llegan a altos cargos para vivir del Estado pero son mordidos por la codicia de otros zombis. Son lentos, tiesos, no se pueden expresar bien y ansían morder la carne y la lata, gimen por meter sus dedos dentro de la lata.

Así vamos, estamos a punto de no poder levantar la cosecha por falta de gasoil y se les ocurre que lo mejor es subir el precio para que no compren y se alivie la escasez, se cortan las rutas y es probable que haya una asonada y los zombis se mueven con dificultad esperando un “no sé qué”.

Acá nos pasa lo mismo con las cosas más pequeñas, nadie da pelota, todos están ocupados en la meditación trascendental o en el rascabolismo y así nos va. ¿A alguien le importa esto? ¿O es el cambalache siglo XX, problemático y febril?

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