Editorial Por: Editor 24/04/2022

Poliladrón

No es frecuente que la Policía ponga preso a alguien de sus propias filas. Resulta hasta extraño el título de la tapa de esta edición de EL SOL “La Policía puso preso a un Policía”.

Ocurre que nadie está exento de las tentaciones y más cuando el cargo lo pone en conocimiento de la mecánica de los hechos delictivos y establece una lucha interna con su propia conciencia entre respetar su uniforme y función o vivir una vida menos honrosa pero más aliviada en lo económico.

Como el diablo anda suelto y le gusta meter la cola en todo, un joven que tenía reservado un futuro como un buen policía termina cediendo a las tentaciones y se convierte en ladrón y pasará al purgatorio en días, transitando las dolorosas instancias de ser policía a sospechado de diversos delitos a estar detenido en una celda del lugar donde servía, la mismísima departamental de Policía.

Imagínese el doloroso momento de estar detrás de las rejas, como un ladrón común, al lado de otros cacos imputados por toda clase de malandanzas, debe ser traumático pensar que podría estar del otro lado, haciendo su trabajo honrado arreglando los autos y motos de la Policía que atormentándose de su presente.

Ni qué pensar que el futuro, si es finalmente condenado, ya que pasar a estar internado en la cárcel pública no solo es lo más deshonroso para un Policía  (o ex policía, porque dicen que ya lo licenciaron) sino que la cárcel puede ser un tormento para quienes usaron el uniforme policial, muchos presos se tatúan en sus brazos el símbolo de “muerte a la policía” que suele representarse en una víbora y una espada.

Tampoco interesa a sus ahora “compañeros de infortunio” que el ex Policía haya estado disfrazado de azul para facilitar sus delitos y que, en realidad, era más “caco” que los demás internos que pagan sus delitos con la cárcel, la sicología del preso es más simple “si eras botón, sos y serás botón” y quedará librado a compartir sus días en el cruel ambiente de la cárcel, destinado a ser blanco de sus nuevos camaradas que no le perdonarán haber sido “cana” y su destino es ser más víctima que los habituales clientes de Alem 424, quienes van y vienen de sus pabellones, conformen salen, cometen otros delitos y vuelven a ser recluidos, es decir, tienen a la cárcel como su alojamiento.

El Policía nunca habría pensado, cuando decidió delinquir, que caería preso en manos de sus propios compañeros en una detención casi casual, el cobro de un rescate por una moto que habían robado poco antes.

Ahora, todo ha salido fuera de su control, su vida y destino ha quedado ligado a lo que decida un juez y la ley es particularmente dura cuando se trata de aplicar los códigos a quienes estaban encargados de su observancia y aplicación. 

Ha sido particularmente bueno que la propia Policía limpie sus filas y por algo se empieza, aunque sea de muy abajo, es algo y hay que valorarlo.

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