Un estudio revela el uso sistemático de violaciones como arma de la ocupación rusa en Ucrania

El Centro de Documentación Lemkin reveló que, en los territorios ocupados por Moscú, nueve de diez mujeres han sido violadas por los rusos y que no hay ninguna que no haya sido objeto de alguna forma de violencia.

Internacionales 28/02/2024 Editor Editor
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Olha, de 26 años, denuncia que fue golpeada, recibió descargas eléctricas y sometida a desnudez forzada y tortura por las fuerzas de ocupación rusas, en Kherson, Ucrania, 9 de diciembre de 2022.

Un estudio del Centro de Documentación Lemkin presentado este martes en Berlín denuncia el uso sistemático de las violaciones y otras formas de violencia sexual como arma de los agresores rusos, que recurren a ella como una herramienta más en su propósito de someter a la población a través del miedo.

“Al documentar los crímenes de Rusia en los territorios que han sido liberados vimos que una de las herramientas del Ejército ruso para controlar la población local a través del miedo es la violencia sexual”, dice el informe.

La activista ucraniana Tatiana Tipakova, que estuvo en la presentación, estima -basada en entrevistas con mujeres a las que ha ayudado a través de una ONG que dirige- que en los territorios ocupados nueve de diez mujeres han sido violadas por los rusos y que no hay ninguna que no haya sido objeto de alguna forma de violencia.

“Es factible extrapolar esa estadística a todos los territorios ocupados, en especial a pueblos y ciudades pequeñas. Incluso el porcentaje puede ser mayor. En ciudades más grandes puede ser un poco menor”, dijo a EFE después de la presentación del informe.

“Pero lo importante es que muchas de esas violaciones tienen un significado muy profundo. La motivación es: vamos a violarte para que no tengas más hijos”, agregó.

El estudio llega a la conclusión de que las violaciones son una herramienta más en el intento ruso por destruir la identidad y la autoestima de los ucranianos.

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Mujeres reaccionan durante una concentración de familiares y amigos de los defensores de la Siderúrgica Azovstal en Mariupol. Kiev, Ucrania 4 de agosto de 2022.

Entre el miedo y la vergüenza

El estudio contiene testimonios de mujeres que sufrieron violencia sexual de parte de los rusos tanto en las autoproclamadas repúblicas independientes tras la anexión de Crimea en 2014 como en otras partes de Ucrania después de que Rusia lanzara su invasión a gran escala en febrero de 2022.

Las mujeres han dado sus testimonios bajo la condición de anonimato y en el informe se ha procurado borrar todo rastro que pueda identificarlas.

Según la coordinadora del informe, Monika Andruszewska, se trata de mujeres que viven cerca del frente y los lugares donde residen podrían volver a ser tomados por los rusos, por lo que podrían ser objeto de venganzas.

Además, muchas no quieren que se las identifiquen con las experiencias que han vivido por vergüenza. Andruszewska contó el caso de una mujer que había sido forzada a practicar una felación y, al dar su testimonio, dijo que quería que lo supiera el mundo pero que no lo supiera su marido.

De la tortura a la resistencia

Tatiana Tipakova contó que ella no fue violada físicamente pese a que durante el tiempo que estuvo detenida en Berdiansk cuando los rusos tomaron la ciudad (de la región de Zaporizhzhia) sí hubo intentos de violación por parte de rusos que, dijo, estaban demasiado borrachos.

Pero sufrió otras formas de violencia sexual y otras formas de torturas, relató.

Cuando empezó la guerra en febrero de 2022, Tatiana empezó a convocar a la gente a manifestaciones a favor de Ucrania y en contra de la invasión. “Los rusos decían que los estábamos esperando, había que hacer frente a esa propaganda y mostrarle al mundo que no era así”, indicó.

Pocos días después la detuvieron y la llevaron a la cárcel. En el primer interrogatorio no hubo violencia sino solo una invitación a que se sumara públicamente al lado ruso.

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Celdas vacías de la comisaría local de Kherson donde los rusos durante la ocupación torturan e intimidan a los prisioneros. 

Cuando se negó, empezó a sufrir un ciclo de torturas. Las sacaban de su celda cada tres horas y la llevaban a otra habitación donde sus guardias la golpearon con libros, con trozos de madera y le decían que no la golpeaban con las manos porque les daba asco tocarla.

Después de un tiempo aceptó leer una declaración ante una cámara a cambio de que la dejaran ir a casa. Después la llevaron a un descampado, donde le dijeron que habían cambiado de opinión e iba a matarla.

“Tendida en el piso pensé algo absurdo, pensé que me iban a matar y nadie iba a saber lo que estaba pasando con las mujeres en Ucrania”, afirmó.

No la mataron, según ella porque creían que estaba ya moralmente rota y después logró huir a territorio controlado por Ucrania y fundó una ONG para ayudar mujeres que huían de los invasores.

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